Historia de El Timbre
Lo llamamos EL TIMBRE porque era lo más esperado ya sea para el recreo o la salida y porque
más allá de ser una norma de conducta de la puntualidad, pues muchas veces no era tomado
en cuenta. Un castigo nos dejaba en silencio, sentaditos escuchándolo hasta extinguirse
mientras nuestras ganas y emociones eran contenidas, perdimos recreos acortados y enteros,
así también salimos cuando ya no quedaba nadie en los patios.
EL timbre rompía con el régimen del tiempo y claro lo mismo debería representar con nuestras
voces, romper los estándares, pensamos que su formato debería tener otra visión, llegar a los
demás en el lenguaje de la muchachada, de manera alegre, humorística y divertida.
Junto a mi gran amigo Marco Chamby pasamos los años de enseñanza media de la forma más
divertida, de broma en broma se nos fue ocurriendo historias de cada uno de los y las que
estaban en nuestro entorno, algunas veces imitábamos las voces, los rasgos y las facetas, para
luego y sin previa planificación retratarlos en imágenes, las caricaturas empezaron a identificar a nuestros personajes que éramos en el fondo nosotros mismos, de ahí a que se asemejará con
la realidad ya fue asunto de la imaginación, después de todo los nombres propios estaban
ausentes. Los pequeños dibujos circulaban en la sala de clases hasta que se perdían,
terminaban decomisados, en la basura o algún coleccionista se los llevaba.
Nos convertimos en el dúo nota de humor-gráfico y al hacerlo, nos dimos cuenta que también
transmitíamos de este modo sentimientos, hubo la aceptación generalizada, después de todo
no había quejas. Al pasar el tiempo ya se había retrato a casi todo nuestro universo, pero sólo
estaban impresos en nuestras mentes, de ahí que se nos ocurrió ir más lejos, fuera de nuestra
sala, y obviamente no podíamos hacer cada ejemplar uno a uno, por suerte ya existía las
fotocopias, sólo necesitábamos armar el contenido.
Los primeros diseños que giraron dentro de nuestra sala, fueron trabajos rústicos y manuales,
de hecho el primer y único número lleva un porcentaje realizado en aquellas viejas máquinas
de escribir y otro tanto hecho a mano, el mismo logo fue un dibujo y obviamente también el
cómic, usamos lo que teníamos a disposición guiados por la iniciativa, mi hermano, de nombre
Marco se encargaría también de ayudar a una breve revisión y a fotocopiar allá donde
resultaba más baratito, por la universidad, ese único ejemplar original que el día de hoy
terminó perdido en algún vertedero, puesto que ante mi ausencia de mi antigua morada el
viento o el gato se lo llevó (por no decir otra cosa y respetando la línea de no dar nombres).
Dedicado a informar con humor en diseño rústico sin contemplación y con el afán de conocer
la aceptación de los demás salió el primer y único número, se vendió como pan caliente en
menos de 15 minutos nos quedamos con las cuentas alegres y con las ganas de más, muchos
otros compañeros y compañeras pidieron ser parte de este proyecto, era un experimento,
estábamos apenas anunciando de cómo iban a ser los siguientes números y lo sentimos todo
un éxito. Ya contábamos con la segunda edición, que por cierto nunca salió a la luz pues, se
frenaron en seco nuestras expectativas.
Quién nos convocó a audiencia condenatoria en un juicio abierto ante todo el curso increpó
directamente la falta de respeto, y es cierto, había errores ortográficos lo cual hizo que nuestra
interlocutora se exaltará el doble, quería saber quién estaba detrás de semejante afrenta,
todos aquellos que se anotaron días atrás a ser parte del proyecto dieron un paso atrás,
comprensible, aún no tenían responsabilidad sólo fue entusiasmo, y entonces quedamos dos,
los únicos responsables. Al ponerme de pie nuestra fiscal y juez, que eran la misma persona no
lo imaginó, vi desorbitarle los ojos y lo dijo: …no lo puedo creer, cómo era posible que pudiera
redactar algo con errores ortográficos, había que darle la única respuesta posible para salir del
paso y respondí, como editor debía respetar el lenguaje original del creador de la cita y por
otra parte, lo que considero nos salvó fue que, no pusimos nombres propios, sólo los apodos
de los que nombrábamos, al menos en los sectores más picantes, y claro quiso saber y
preguntó a quién hacíamos referencia, y miraba a cada quien como si lo viera por primera
vez… después de haber terminado esa tensión pude respirar, y sonreír también, porque
habíamos salvado el pellejo. El ser reconocido por notas tuvo su consideración, por suerte una
suspensión o expulsión no fue tomada en cuenta, aunque de seguro fue una posibilidad.
Quedamos sólo con esa llamada de atención y claro vino el silenciamiento de nuestro Timbre
que no volvió a tocar más nunca.